10 jul 2015

Conclusion

No esperamos convencer al gobierno ingles del valor de nuestras razones, ni tampoco de las conveniencias de todo orden que aconsejan la solucion definitiva que esta enervante y pesada cuestion de las Malvinas. Es de aquellos que -como ese personaje de Aristofanes- no se persuade... sobre todo cuando esta persuadido de antemano. No hemos escrito, por consiguiente, para el, sino para todos los hombres de buena voluntad, que acaso no esperan mas concoer la causa de la verdad y la justicia para interesarse por ella. Ciertamente la fuerza reina sobre el mundo y el egoismo en los corazones. El mismo gran Pascal, sin embargo, que a menudo ha repetido el primero y desesperante axioma, parece haberle agregado una vez: "pero la opinion gasta la fuerza". Aceptamos aqui el augurio, como un rayo de sol que atraviesa la nube; y contribuyamos, por nuestra humilde cuenta, a preparar el advenimiento de esta opinion reparadora que puede -nos dicen- tornarse a su tiempo una fuerza justa, capaz de oponerse a la fuerza injusta y corregir los excesos. Despues de todo, en lo tocante a las "republicas hermanas", tambien herederas legitimas de la misma España materna y cuya politica internacional tiene mas de un punto comun con la nuestra, la modesta propaganda presente no invoca una ideal sublime de generosidad y heroismo; sino el sentimiento muy humano del interes general y, pudiera decirse, del egoismo bien entendido que les aconseja, para la salvacion comun, sentir para adentro y hacer percibir afuera que existe una America Latina.
La actitud de la Repubica no puede sino merecer aprobacion y estima. Despues de haber expuesto su buen derecho, solo pide que Inglaterra adhiera espontaneamente y de a sus autoridades, en el acto, orden de evacuar Stanley y las Malvinas. Espera, simplemente, que el gobierno britanico reconozca -como lo reconoceria si tuviese delante de asi a Alemania o a los Estados Unidos- que, aun en la hipotesis de que Inglaterra tuviese todos los derechos que se atribuye, no le corresponde a ella decidirlo; y que el debate de las Malvinas no ha sido juzgado sin apelacion por una ocupacion a mano armada, que se esfuerzan en justificar mediante alegaciones inexactas o a lo menos contradichas por la parte contraria.

LA REPUBLICA ARGENTINA NO PRETENDE QUE INGLATERRA LE DA LA CAUSA POR GANADA: PIDE QUE SU LITIGIO SEA JUZGADO POR JUECES, REHUSANDOSE A TENER POR TALES A LOS OFICIALES Y FUNCIOARIOS INGLESES QUE LE HAN IMPUESTO LA LEY BRUTAL DEL MAS FUERTE. DESPUES DE ESTO, CREEMOS QUE LA ARGENTINA ACEPTARIA ANTICIPADAMENTE, DECLARANDOSE SATISFECHA, QUE LA GRAN BRETAÑA PREFIERA RECUBRIR AL ARBITRAJE DIRECTO A SOMETER EL ASUNTO AL TRIBUNAL COMPETENTE DE LA HAYA. INGLATERRA DARIA, EN ESTE CASO, UN NOBLRE EJEMPLO, DIGNO DE LAS PAGINAS DE SU HISTORIA. ES DEMACIADO PODEROSA PARA QUE SU ACCESION SE ATRIBUYA A DEBILIDAD, Y TAMBIEN DEMASIADO RICA PARA QUE UNA TAL RESTITUCION -SI FUESE RESUELTA- CONTARA PARA NADA EN SU INMENSO IMPERIO. NO HAY HUMILLACION EN SOMETERSE A LA LEY COMUN, LA CUAL QUIERE QUE NADIE SEA JUEZ EN SU PROPIA CAUSA. EL DEMERITO Y EL DESCREDITO CONSISTIRIAN, MAS BIEN, EN ADHERIR TEORICAMENTE A LAS DOCTRINAS DE PAZ Y JUSTICIA ARBITRAL, PROCLAMADAS ANTE EL MUNDO, PARA RENUCIARLAS EN LA PRACTICA Y REPUDIAR EL PROCEDIMIENTO DEL ALTO TRIBUNAL DEL QUE SE FORMA PARTE, ASI COMO SE DECLINA LA JURISDICCION.

Buenos Aires, enero-febrero de 1910.